Se trata de un tejido suberoso cuya estructura está formada por una compacta red de membranas celulares sin meatos (es decir, sin espacios intercelulares visibles). Durante el crecimiento de este tejido, las células recién formadas pierden progresivamente su contenido interno, un proceso que ocurre a medida que sus paredes celulares se transforman mediante la suberificación, un fenómeno en el que dichas paredes se recubren de suberina, una sustancia cerosa e impermeable.
Una vez completado este proceso, las células dejan de estar en contacto con los tejidos vivos del árbol, ya que quedan completamente aisladas. En ese estado, el tejido ya no participa en funciones metabólicas activas: todas sus células están muertas.
A pesar de seguir adherido al árbol, el corcho funciona como una barrera protectora formada por millones de células muertas, vacías y llenas de aire, lo que le confiere propiedades únicas como su ligereza, elasticidad, aislamiento térmico y resistencia a la humedad.
100% natural, biodegradable y con baja huella ambiental.
Su estructura celular lo hace muy ligero, resistente al agua y aislante.
Árbol de porte robusto y majestuoso, con un tronco grueso y fornido que le otorga una presencia imponente en el paisaje. Su follaje, de un verdor intenso y brillante, se despliega en un ramaje fuerte y bien estructurado, capaz de resistir los embates del viento y las inclemencias del tiempo.
La madera de este árbol está recubierta por una corteza muy especial: el corcho. Esta capa externa es ligera, porosa y de textura esponjosa. En sus primeros años, el corcho se presenta fino, liso y suave al tacto, pero con el paso del tiempo se va engrosando y adquiere una superficie más rugosa y agrietada, reflejo de la madurez del árbol.
En ejemplares que han permanecido intactos, sin intervención humana ni extracciones, el corcho puede alcanzar grosores sorprendentes, llegando hasta los 25 centímetros. Esta característica no solo protege al árbol, sino que también lo convierte en una especie de gran valor ecológico y económico.
El alcornoque se regenera tras cada descorche sin necesidad de talarlo
Puede vivir más de 200 años, proporcionando corcho cada 9 a 12 años.
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Talavera de la Reina
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